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Nutrición y cáncer

Cuando hablamos de dieta y cáncer, hay algunas preguntas importantes que deberíamos hacer:

  • ¿Existe relación entre nuestra dieta y la génesis del cáncer?
  • ¿Existe relación entre lo que comemos y aumento o disminución de la supervivencia luego de diagnosticado el cáncer?
  • ¿Hay soporte contundente en la literatura?

Dieta y cáncer:

Partiendo de la base que ambas respuestas son afirmativas, ¿es lógico y normal que el oncólogo le diga al paciente diagnosticado de cáncer, coma de todo?. Concepto que viene arrastrado desde el comienzo mismo de la oncología donde, por falta de estudios adecuados e insuficiente investigación, se creía que la dieta no tenía nada que ver con el cáncer…

¿No sería mucho más adecuado que el paciente diagnosticado de cáncer tuviera un plan personalizado de nutrición que incluya la valoración del índice de masa corporal, las patologías asociadas (diabetes, hipertensión, cardiopatía, nefropatía, hepatopatía, alergias, etc.) y comenzar desde el inicio de los tratamientos oncológicos, con una dieta que contemple la reducción de los efectos colaterales de la quimioterapia y la radioterapia, y que a su vez sea adecuada para la prevención secundaria para tratar de evitar una recidiva y la aparición de un cáncer de otra estirpe?

Pues, eso es exactamente lo que hacemos en nuestro Programa de Salud Integrativa. Una vez establecido el diagnóstico de cáncer de mama, la paciente consulta al oncólogo en primer lugar, donde se realiza la tipificación adecuada del tumor y la estadificación pertinente y, en conjunto con el cirujano y el radioterapeuta, se decide el tratamiento más adecuado para la paciente: todo ello sumado a la valoración por parte de la Unidad de Cáncer Hereditario y Consejo Genético, habida cuenta de la incidencia del cáncer ginecológico hereditario.

Una vez trazado el plan terapéutico adecuado a cada paciente, independientemente de la cirugía, la quimioterapia, la radioterapia o la inmunoterapia, comenzamos con el plan de salud integrativa que incluye: el ejercicio físico, la reducción del estrés basado en el las terapias mente cuerpo de última generación, la nutrición personalizada, la acupuntura y el masaje oncológico.

Y dicho plan de Salud integrativa de basa en las recomendaciones elaboradas por las Guías Americanas de Oncología Integrativa (1) que, no solo están publicadas en la revista de oncología de más alto impacto a nivel mundial sino que además han sido avaladas por la A.S.C.O. (American Society of Clinical Oncology)

Qué dice el MD Anderson Cancer Center (U.S.A.)

 En su página oficial acerca de la relación entre la dieta y la incidencia del cáncer, el MD Anderson dice:

“Usted puede reducir sus chances de desarrollar cáncer y varias enfermedades crónicas eligiendo hábitos saludables de ingesta alimentaria.

Además, comiendo una variedad de comidas saludables, usted puede prevenir la ganancia de peso y disminuir la grasa corporal. Mantener un peso saludable es una de las acciones más importantes que usted puede hacer para reducir su riesgo de contraer cáncer.

Usted puede seguir los siguientes pasos para mantener una dieta saludable, controlar su peso y reducir su riesgo de padecer cáncer:

a.- Ingiera una dieta basada en vegetales. Teniendo una dieta saludable, puede ayudarlo a mantenerse delgado. 2/3 de su plato debe estar compuesto por vegetales, la mayoría de ellos granos y frutas. Llene el 1/3 restante de su plato con proteína animal magra, como el pescado por ejemplo.

b.- Limite el consumo de carnes rojas. Las carnes rojas están asociadas con un mayor riesgo de contraer cáncer colo-rectal. Cerdo, vacuno, cordero, ciervo y búfalo son todas carnes rojas. Limite el consumo de carnes rojas a un máximo de 500 grs. a la semana.

3.- Elija los granos enteros en lugar de los granos refinados. los granos enteros son ricos en fibra, lo cual puede ayudarle a disminuir su riesgo de contraer cáncer.

c.- Evite las carnes procesadas: los hotdogs, las salchichas los fiambres y otras carnes procesadas contienen sustancias cancerígenas, y consumiendo estas carnes usted puede dañar su ADN, aumentando el riesgo de padecer cáncer de colon.

d.- Elija proteínas a base de plantas. Puede hacer intercambios saludables que aportarán más plantas a su dieta sin reducir su ingesta de proteínas.

e.- Evite la ingesta de alcohol. Las investigaciones relacionan la ingesta de alcohol con un mayor riesgo de padecer cáncer de mama, de la cavidad oral y de hígado”.

Prevención y cáncer

Existe mucha evidencia científica en la actualidad acerca de los efectos negativos de nuestras malos hábitos de vida y su impacto directo, en nuestra salud pero nos quedamos con los escritos del Dr. Richard Béliveau y Denis Gingras plasmados en magníficos libros (2-3) que cumplen una doble función: por un lado, la de divulgar, con un lenguaje llano y claro para que cualquier persona interesada los pueda leer y por otro lado con mucho rigor científico, aportando cifras y referencias bibliográfica actualizadas.

El Dr. Bélivieu es doctor en Bioquímica, dirige el laboratorio de medicina molecular de la Universidad de Quevec en Montreal, donde es director científico de la cátedra de Prevención y Tratamiento del Cáncer. Y el Dr. Gingras es doctor en Fisiología y ha sido durante 15 años investigador especializado en oncología en el Servicio de Hemato-Oncología del Hospital Sainte – Justine en Montreal. En base a los datos disponibles en la actualidad podemos afirmar que un 68% de los cánceres se podrían prevenir controlando el sobrepeso, teniendo una dieta saludable, no fumar y practicando deporte o haciendo actividad física en forma regular.

Nutracéuticos, fitoquímicos y cáncer

“Nutracéutico” es un término introducido en 1989 fusionando la palabras “nutrición” y “farmacéutico” y básicamente se refiere a extractos extraídos de plantas, procesados y administrados en forma de suplementos.

Dado que el tema de este capítulo es la dieta y su relación con el cáncer, nos centraremos en las propiedades de los compuestos que ingerimos en nuestra alimentación que tiene efectos positivos en nuestra salud, y por tal motivo creemos más adecuado hablar de fitoquímicos.

Podemos definir a los fitoquímicos como compuestos biológicamente activos que se encuentran en los alimentos de origen vegetal y que poseen efectos positivos o negativos sobre nuestra salud. Por tal motivo han sido utilizados en el pasado por las medicinas tradicionales, algunos como veneno por sus efectos tóxicos y otros como medicamentos.

Pero aquí, prestaremos especial atención a los fitoquímicos que ingerimos en nuestra dieta y que cuentan con propiedades positivas para nuestra salud, con efectos prebióticos, anti oxidantes, anti inflamatorios, etc.

Los fitoquímicos con potenciales efectos beneficiosos para nuestra salud están ampliamente estudiados en la literatura y es así que conocemos su estructura química y su mecanismo de acción en modelos animales, pudiendo saber las propiedades anti angiogénicas, anti oxidantes, anti inflamatorias o la capacidad de inducir la apoptosis de las células cancerosas.

Así pues podemos hablar de la curcumina de la cúrcuma con su potente efecto anti inflamatorio, los polifenoles y las catequinas del té verde (antioxidante y anti angiogénico), siguiendo por el licopeno del tomate (importante en la prevención del cáncer de próstata), o las bondades de los sulforanos del ajo o del brócoli y la crucíferas en general y que se activan con el proceso de la masticación (sulfuro de dialilo, indol-3-carbinol, sulforafano).

las frutas del bosque (fresa, frambuesa, arándanos y grosellas) aportan su efecto anti inflamatorio y anti oxidante gracias a la delfidina y otro compuestos, al igual que el resveratrol que podemos encontrar en la uva.

Y la lista sigue con la propiedades de los fitoestrónenos naturales que contienen los cereales (lignanos), la soja (isoflavonas) o la alfalfa (cumestrol) o las bondades del jengibre (gingerol) o las especias aromáticas, orégano, perejil, tomillo, etc.

Es importante destacar los avances de la investigación in vitro y en modelos de experimentación animal, pero lo realmente importante es el impacto clínico en humanos en la prevención del cáncer.

En la siguiente tabla podemos apreciar el impacto positivo en la reducción de riesgo de contraer cáncer de mama según la ingesta de determinados alimentos (3).

¿Existe relación entre lo que comemos y aumento o disminución de la supervivencia luego de diagnosticado el cáncer?

En el último reporte del Instituto Americano para la Investigación del Cáncer (World Cancer Research Fund) en USA de 2014 y actualizado en 2018 para las supervivientes de cáncer de mama, concluyen que:

La dieta puede también jugar un rol en la supervivencia de las pacientes que fueron diagnosticadas de cáncer de mama. Si bien el número de estudios en la actualidad debería ser mayor, los estudios disponibles hasta 2018 indican que, con evidencia limitada, pero sugestiva:

a.- Las mujeres que consumen más comidas que contienen fibra (tanto antes como después del diagnóstico) pueden tener menos riesgo de morir por cáncer. (4-5-6-y 7)

b.-Las mujeres que consumen más comidas que contienen soja después del diagnóstico pueden tener un riesgo menor de morir a causa de la enfermedad. (8-9-10 y 11)

c.- Las mujeres que consumen una dieta alta en grasas, en particular alta en grasa saturadas antes y después de contraer la enfermedad, pueden tener un riesgo aumentado de morir luego de haber sido diagnosticadas de cáncer de mama. (12-13-14 y 15)

El reporte aclara que es necesario hacer más estudios para confirmar los efectos de la dieta en la supervivencia de las pacientes portadoras de cáncer de mama.

Epigenética y cáncer:

La palabra epigenética deriva de la palabra griega (epi) que significa literalmente “por encima”, en este caso “por encima de” , nuestro genoma.

La epigenética es la disciplina moderna que estudia la importancia de los factores no genéticos que influyen en la expresión de nuestros genes sin afectar la composición de los mismos. Es así como del medio ambiente que nos rodea y básicamente lo que hacemos, puede ser determinante a la hora de activar los oncogenes que tengamos codificados desde nuestro nacimiento: hábitos no saludables como el sedentario, el hábito de fumar, el sobrepeso, la ingesta excesiva de grasas no saturadas, carnes rojas, comida procesada o alcohol, están directamente relacionados con el aumento de la incidencia de cáncer en general. Y la mala nutrición junto con el sobrepeso tiene un papel destacado en la génesis del cáncer de próstata en el hombre y del cáncer de mama en la mujer, siendo este último el que nos compete en esta obra.

La doctora Elizabeth Blackburn, luego de toda una vida de investigación ganó el Premio Nobel de Medicina  en el año 2009 precisamente por sus estudios acerca de cómo nuestros malos hábitos o hábitos de vida “no saludables” pueden ser determinantes en la génesis de enfermedades crónicas como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y por supuesto el cáncer.

El Premio Nobel le fue concedido en el año 2009 por descubrir la telomerasa, enzima  que cumple una función importantísima en la reparación del ADN de nuestros cromosomas. Ese descubrimiento significa un hito muy importante en el conocimiento de cómo funciona nuestra biología a nivel molecular.

La Dra. Blackburn se ha convertido en una referente mundial en este fascinante campo de la ciencia, por tal motivo es muy importante analizar sus palabras: “ La manera en la que manejamos el estrés y nuestra alimentación, por ejemplo, tiene grandes repercusiones en la longitud de nuestros telómeros y nuestros años saludables” “Doce minutos de meditación diaria sirven para mantener la salud de nuestros telómeros”.

Lo trabajos pioneros del profesor Dean Ornish, de la Universidad de California nos muestran claramente la relación de lo que hacemos (nuestro entorno epigenético) y su relación directa con el cáncer.

El profesor Ornish (8) diseñó un protocolo muy interesante donde compara dos poblaciones de cáncer incipiente de próstata confirmados con biopsia y con cifras elevadas de PSA (marcador tumoral de la próstata). Un total de 93 pacientes fueron enrolados en este estudio y en forma aleatorizada: La mitad de los pacientes, que formó el grupo control, solamente hicieron los controles periódicos estrictos. La otra mitad de la población, además de los controles regulares, se sometió a un programa donde: 1.- Recibieron un régimen vegetariano de alimentación. 2.- Realizaron ejercicio físico en forma regular (Caminata diaria de 30 min. 6 veces a la semana). 3.- Incorporaron suplementos nutricionales a su dieta: Vitaminas C y E, Selenio y ácidos grasos omega 3. 4.- Llevaron a cabo regularmente una práctica anti estrés (Yoga, meditación, control de la respiración o visualizaciones). 5.- Una vez a la semana se reunían en un grupo de apoyo formado por otros pacientes del mismo programa, en sesiones de una hora de duración.

Al cabo de un año de estricto seguimiento, los resultados hablaron por sí solos: de los 49 pacientes del grupo control (que no habían modificado su estilo de vida en lo absoluto), el PSA aumentó en promedio un 6 % indicando un lento pero progresivo aumento de la actividad tumoral y en 6 de estos casos dicho empeoramiento hizo que estos paciente fueran sometidos a cirugía, radioterapia y quimioterapia.

Y sorprendentemente, del otro subgrupo de pacientes que sí habían cambiado sustancialmente sus hábitos de vida, ninguno requirió cirugía ni radioterapia ni quimioterapia y el PSA disminuyó en promedio un 4%. (16)

Pero las investigaciones posteriores del Dr. Ornish no se detuvieron allí (2008) y encontró hallazgos realmente sorprendentes (9): Tomó muestras de ARN del tejido prostático antes de someter a los pacientes a un cambio radical en su estilo de vida y tres meses después de comenzar con este programa: Y el resultado fue concluyente al observar que más de 500 genes vieron modificado su comportamiento, ya que se estimularon los genes que protegen contra el cáncer y se inhibieron los que favorecían el crecimiento tumoral (17).

Y siguiendo la misma línea del Dr. Ornish, podemos encontrar evidencias en la literatura médica (2009) que apoyan categóricamente el impacto de los cambios de conducta alimentaria sobre la disminución de contraer cáncer en pacientes que genéticamente tienen un alto riesgo de desarrollarlo: Nos referimos concretamente  a los genes BCRA1 y BCRA2 y su estrecha relación con las pacientes portadoras de los mismos, de desarrollar cáncer de mama. Casi el 80 por ciento de las mujeres portadoras de este gen corren el riesgo de desarrollar un cáncer de mama a lo largo de sus vidas. En un estudio liderado por el Dr. Ghadirian de la Universidad de Montreal y publicado en la revista Breast Cancer  & Treatment, se observó que en esta población de mujeres tan definida, cuanto más frutas y verduras variadas ingerían estas pacientes, más disminuía el riesgo de desarrollar la enfermedad. Llegando a disminuir dicho riesgo en más de un 73 % (18). Un claro ejemplo del impacto epigenético de lo que hacemos (en esta caso lo que comemos) y la expresión de nuestros genes. “Los genes no gobiernan nuestra biología” (Prof. Bruce Lipton).

Ayuno, restricción calórica y cáncer:

Las investigaciones pioneras del Dr. Walter Longo en modelos de experimentación animal donde se demostró el efecto protector del ayuno sobre los efectos tóxicos de la quimioterapia y numerosos estudios en modelos animales que demuestran la disminución o la desaparición de tumores en ratones han abierto un nuevo campo de investigación en la aplicación de la restricción calórica o el ayuno en ensayos clínicos en humanos.

Una reciente publicación de 2017, publicada en BMC Medicine (19), nos habla al respecto: los autores concluyen que: “La restricción calórica extiende la vida útil y se ha demostrado en modelos experimentales que reduce las enfermedades que están relacionadas con la edad incluyendo el cáncer, la diabetes, enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas. Estudios recientes han explorado el efecto potencial de la restricción calórica como terapia adyuvante para mejorar la eficacia de la quimioterapia, la radioterapia y las novedosas inmunoterapias que se aplican en la actualidad. La restricción calórica crónica es difícil de emplear en pacientes con cáncer, y por tanto, el ayuno intermitente, la restricción calórica por cortos períodos de tiempo o dietas alternativas como la dieta cetogénica, pueden ser las opciones más adecuadas. Se ha demostrado que el ayuno intermitente mejora el tratamiento con quimioterapia y radioterapia. La restricción calórica provoca diferentes respuestas en la células normales y en la células cancerosas, y reducen ciertos efectos secundarios de los tratamientos citotóxicos.

Los estudios preclínicos con restricción calórica o el empleo de fármacos que tiene un efecto similar, o el empleo de la dieta cetogénica, muestran  datos prometedores para mejorar la eficacia de los tratamientos contra el cáncer y reducir los efectos secundarios de los tratamientos citotóxicos. Los ensayos clínicos actuales y futuros informarán sobre qué cánceres, en qué etapa de los mismos y cual de las diferentes estrategias de restricción calórica sean las más efectivas”

Una reciente revisión publicada en el New England Journal of Medicine (diciembre de 2019) hace una puesta al día de la literatura que hay hasta el momento sobre el ayuno intermitente, la longevidad,  la salud y la enfermedad (20).

Luego de una extensa revisión, los autores concluyen: “Estudios pre clínicos y ensayos clínicos han demostrado que el ayuno intermitente tiene un amplio espectro de beneficios para muchas patologías como la obesidad, la diabetes mellitus, enfermedades cardiovasculares y desórdenes neurológicos.

Los modelos animales muestran que el ayuno intermitente mejora la salud de los animales a lo largo de sus vidas. Mientras que los estudios clínicos están involucrados en relativos cortos períodos de tiempo que se pueden medir en meses.

Queda por ver si las personas que mantienen el ayuno intermitente por años, puedan recibir los beneficios en su salud de los resultados registrados en animales.

Los estudios clínicos se han centrado en jóvenes con sobrepeso y en adultos de mediana edad y no podemos extrapolar los beneficios y seguridad  reportados en estas poblaciones a otros grupos de edad.

Nosotros no entendemos completamente  los beneficios aportados por el ayuno intermitente a nivel del estrés celular. Sin embargo algunas personas no son capaces de adherir a un régimen de ayuno intermitente.

Futuras investigaciones centradas en desvelar completamente los mecanismos de acción que llevan a los beneficios reportados, nos permitirán diseñar terapias farmacológicas que mimeticen los efectos del ayuno intermitente sin la necesidad de cambiar sustancialmente los hábitos de alimentación. Por ejemplo, la Metformina y el Sirolimus, testados en modelos animales sugieren que la seguridad y la eficacia mostradas son inferiores a los resultados obtenidos con el ayuno intermitente.

Dieta Mediterránea:

La dieta mediterránea es un verdadero regalo para nuestra salud y tiene innumerables evidencias de sus beneficios en la prevención y disminución del riesgo cardiovascular y de padecer enfermedades crónicas como las enfermedades neurodegenerativas como el deterioro mental o la demencia. Lo propio se ha observado con la disminución de padecer diabetes tipo II (21). Pero el mayor impacto registrado entre los consumidores regulares de la dieta mediterránea es la disminución de la posibilidad de padecer enfermedades cardiovasculares (infarto de miocardio, ictus y fibrilación auricular), como así también la disminución de la tasa de mortalidad atribuida a la causas antes mencionadas (22).

En los últimos años ha habido un interés creciente en la literatura mundial por esta dieta saludable y protectora, sin embargo es muy de destacar la tarea llevada a cabo en ese sentido por el Dr. Lluis Serra Majem desde nuestra Comunidad Autónoma, Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la U.L.P.G. (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria) y presidente de la Fundación Dieta Mediterránea. Son innumerables sus contribuciones a la literatura nacional e internacional.

La dieta mediterránea basa sus bondades en el consumo de productos de la tierra y de estación, donde destacan principalmente las verduras, hortalizas, legumbres, arroz y frutos secos al igual que las frutas de estación.

En esta dieta, el consumo de proteínas de origen animal es moderado (marisco, pescado, aves de corral, lácteos y huevos). Las carnes rojas se consumen en pequeñas cantidades (carne de cerdo, vaca, cabra y oveja).

La pasta y el consumo de vino en forma moderada forman parte de la dieta mediterránea pero el “producto estrella” de la misma está representado por el aceite de oliva, rico en vitaminas A,D,E y K, ácidos grasos de un alto valor nutricional (ácido oleico, palmítico y linoleico) y polifenoles con alto poder antioxidante.

Pero el secreto mejor guardado de la dieta mediterránea es el “oleocantal”, un compuesto que contiene el aceite de oliva extra virgen (elemento fundamental de la dieta mediterránea) que es el responsable de ese ardor que nos deja en la garganta cuando lo probamos en estado puro. El olecantal fue recién descubierto en el año 2005 y se trata de un éster del tirosol que tiene propiedades antioxidantes y antiinflamatorias muy potentes, equivalente a los AINEs como el Ibuprofeno (el oleocantal suprime en forma no selectiva la enzima ciclooxigenasa (COX) (23).

Todo lo expuesto anteriormente hace que el aceite de oliva sea uno de los pilares fundamentales de la dieta mediterránea.

Dieta Mediterránea y cáncer de mama:

Se encuentra bien documentado el efecto protector de la dieta mediterránea a la hora de hablar de reducción del riesgo de padecer cáncer de mama: las mujeres que tienen una buena adherencia a la dieta mediterránea disminuyen su riesgo de cáncer de mama en un 6%, llegando a un 7% en las mujeres post menopáusicas, cifras que pueden llegar al 20% en los cánceres de mama con receptores estrogénicos y de progesterona negativos. Estos resultados provienen de un estudio europeo publicado en 2013 en la revista International Journal of Cancer, donde se estudiaron 335.062 mujeres con un seguimiento de 11 años (24).

La dieta mediterránea tiene un efecto protector muy específico y nos referimos concretamente al consumo de aceite de oliva extra virgen:

Un estudio aleatorizado y muy bien diseñado, que incluyó a más de 4000 mujeres con un seguimiento de casi 5 años, nos muestra claramente los resultados. La población fue dividida en tres grupos: un grupo control, un grupo de dieta mediterránea más el consumo de aceite de oliva extra virgen y un tercer grupo de dieta mediterránea, más el consumo de frutos secos como complemento (nueces, almendras y avellanas): el grupo de mujeres que consumía dieta mediterránea y aceite de oliva extra virgen mostró claramente una reducción del 62% del riesgo de padecer cáncer de mama. Sin embargo, aquellas mujeres que consumían dieta mediterránea y suplemento de frutos secos, no mostraron cambios significativos en cuanto a la reducción de riesgo de padecer cáncer de mama. Esta notable diferencia fue atribuida por los autores a las bondades del aceite de oliva virgen extra rico en los tan preciados polifenoles (25).

Consideraciones finales:

1.- A la luz de los conocimientos actuales, decirle a una paciente portadora de un cáncer ginecológico “coma de todo” no es una opción recomendable.

2.- La dieta mediterránea es la opción ideal para estas pacientes, tanto en la prevención como luego de ser diagnosticadas de cáncer.

3.- Tenemos que ser muy cautos a la hora de recomendar la restricción calórica en los pacientes con cáncer hasta tanto se hayan completado más ensayos clínicos que incluyan un gran número de pacientes. Sin embargo, la restricción calórica asoma como un recurso válido a la hora de  tratar pacientes con intolerancia a la quimioterapia. Como estrategia para lograr mayor adherencia a los tratamientos quimioterápicos y para disminuir la cantidad de ciclos suspendidos por la intolerancia a la quimioterapia.


Caso clínico:

Se trata de una mujer de 51 años de edad, que en 2015 acude a nuestra consulta con un diagnóstico de cáncer de mama derecha localmente avanzado con axila positiva, RX de tórax y gammagrafía ósea negativas para metástasis (T2 N1 M0). Luego de la valoración del equipo oncológico tratante, se decidió quimioterapia inicial y  cirugía en un segundo término. Al mismo tiempo que se le indicó la quimioterapia neoadyuvante preoperatoria, comienzó con una nutrición a base de la dieta mediterránea, con restricción absoluta de las comidas procesadas, los embutidos y azúcares, con ocasional ingesta de lácteos y carnes rojas. Teniendo una dieta rica en vegetales, procedente de cultivos ecológicos (la mayoría cocidos al vapor): legumbres, granos, setas, pescado y la incorporación de cúrcuma con aceite de oliva virgen extra. También es importante destacar que introdujo a su dieta el hábito del consumo de té verde, aunque por consejo nuestro no lo hizo durante la quimioterapia y la radioterapia, habida cuenta que hay evidencias que nos dicen que el poder antioxidante del té verde interfiere con los resultados que se pretenden lograr con la quimioterapia y la radioterapia.

Junto con la nutrición, la paciente comenzó con el plan de reducción del estrés basado en la Psico-Oncología y en  un plan personalizado de ocho semanas de duración donde básicamente se trabajó la respuesta de relajación con terapias Mente-Cuerpo (Yoga, meditación, meditación guiada, relajación, arteterapia, escritura creativa y musicoterapia). El plan se llevó a cabo con sesiones semanales presenciales y tareas asignadas que la paciente realizaba en su domicilio y eran supervisadas en la siguiente sesión presencial. Así nuestra paciente pudo afrontar con calma, en compañía de su esposo, la dura realidad que le tocaba vivir en esos momentos.

El esquema complementario fue completado con masaje oncológico y acupuntura en los momentos de las náuseas y los vómitos.

La buena respuesta al tratamiento inicial, permitió dar paso a la siguiente etapa que fué la cirugía de la mama derecha (tumorectomía del cuadrante supero externo de la mama derecha y biopsia selectiva del ganglio centinela) al mismo tiempo que comenzó con el segundo ciclo de quimioterapia a base de Taxol y 15 sesiones de radioterapia, recibiendo tratatamiento con Tamoxifeno al finalizar los tratamientos. La anatomía patológica correspondió a: Carcinoma Ductal Infiltrante con axila positiva y en la Inmunohistoquímica se detectaron receptores positivos a Estrógenos (+++)  y Progesterona (+++).

En la actualidad (enero de 2020), la paciente se encuentra libre de enfermedad, llevando a cabo sus rigurosos controles periódicos con su oncólogo y afortunadamente convencida de los profundos cambios saludables que incorporó a su estilo de vida.

Desde nuestro punto de vista, coincidiendo plenamente con el enfoque de los grandes centros oncológicos de Estados Unidos, creemos que la Oncología Integrativa complementa perfectamente a la Oncología Convencional, aportando calidad de vida al paciente oncológico, y entrenandolo para el cambio de hábitos no saludables por hábitos saludables que forman la base indispensable de una adecuada  prevención secundaria.


Bibliografía:

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3.- Bélivieu, R., Gingras, D., Los alimentos contra el cáncer, la prevención del cáncer a través de la alimentación. Barcelona: RBA Libros, S.A.; 2017.

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